El baloncesto salda su deuda con Francia. Y con Tony Parker. Una de las
mejores generaciones de los últimos años consigue el oro que le faltaba
en su palmarés. Francia ya tiene un oro europeo colgado del cuello. Se
descargaron de complejos y miedos en la final contra España, y acabaron
arrollando a su rival (80-66).
En un segundo cuarto esplendoroso, Francia arrolló a Lituania, con un espectacular Nicolas Batum.
Pero es que, además, mostró más opciones defensivas y supo sacar
partido de sus armas ofensivas pese a que Tony Parker no podía anotar al
nivel esperado. Pero el baloncesto acabó saldando también las cuentas
que tenía pendientes con Parker. El anillo perdido este año tras un
sexto partido en el que sus Spurs parecían tenerlo. Y las medallas que
se escaparon. Parker al final sonríe. Como toda una desacomplejada
Francia.
Mantas Kalnietis y Tony Parker amanecían como firmes
candidatos a formar parte del mejor quinteto del Eurobasket. Pero la
final no les cruzaba. En un partido que empezó controlando Francia, Nicolas Batum
defendía a Kalnietis. Sabedora de la importancia del base en el
conjunto lituano, Francia colocaba a un gran defensor y un hombre
extremadamente dotado físicamente para desgastar al, probablemente,
jugador más necesario en el esquema de Kazlauskas. Pese a ello, Kalnietis conseguía sacarse una asistencia para Darjus Lavrinovic y anotar una canasta en penetración, pero Francia arrancó por delante, con rebotes ofensivos de Alexis Ajinça y Batum tomando responsabilidad ofensiva.
Con 7 puntos del alero de los Blazers y el acierto desde el exterior para responder a los triples de Kleiza y Maciulis, Francia comandaba 15-10 en el ecuador del cuarto.
Mas, tras el tiempo muerto, apareció Linas Kleiza al nivel de
efectividad de la semifinal ante Croacia, para poner a Lituania por
delante (19-22) al final del periodo. Sus 11 puntos, fruto de esa mezcla
de lanzamiento exterior, juego al poste medio y fuerza para abrirse
paso en la pintura, permitían el liderazgo báltico, ayudado también por
un Kalnietis que iba engrasando el motor de su equipo pese a los
diferentes defensores que intentaban desgastarle.
Francia se había frenado y, sin que Tony Parker acabara de mostrar la
frescura en la penetración de la semifinal (1/5 en tiros de campo en el
primer periodo), el equipo sufría para encontrar situaciones claras en
ataque. Con él en el banquillo al inicio del segundo cuarto, eran Nando de Colo y Batum los encargados de tomar la responsabilidad ofensiva, aunque el que aparecía era Florent Pietrus.Tras
una estelar semifinal, el ala-pívot galo volvía a aparecer con su
derroche de intensidad y voluntad, que nunca se habían transformado en
tanta utilidad defensiva y ofensiva. Aunque su actitud no era suficiente
para cambiar el liderazgo lituano, que veía como el peso de Kalnietis
crecía y como Kleiza rozaba la perfección, alcanzando los 16 tantos
(27-29).
Y, si Kleiza reclamaba su cuota de protagonismo en un campeonato en el
que ha ido de menos a más, Batum realizaba el mismo llamamiento. Con
Kleiza en el banquillo, Francia cambió por completo la dinámica. Y eso
que Tony Parker pasó largos minutos en el banquillo. Pero los dos
triples de Batum supusieron el despegue. Kazlauskas lo frenó con 41-34,
pero, ya con Parker en pista, Francia siguió aumentando su ventaja: el
47-34 era el resultado de una enorme recta final gala, con una pulcra
defensa capaz de incrementar su confianza y darle alas en ataque.
Y acabó apareciendo Antoine Diot para coronar la maravilla
francesa. Quedaban 9 décimas para el descanso. Sacó de banda Lituania,
pero el balón recorrió el ancho de la pista hasta escaparse por el otro
extremo sin que nadie le tocara. Era balón francés. Y, desde ese mismo
punto y esas mismas 9 décimas, Francia logró lo imposible. Diot recibió y
anotó un triple lejanísimo, en la perfecta situación de una Francia que
creía en lo imposible ante una Lituania cabizbaja. Francia se marchaba
al vestuario entre el éxtasis (50-34).
Todos los sinsabores de los últimos años, las frustraciones acumuladas
contra España, el medallero que no reflejaba ningún oro... Francia había
dejado sus complejos en semifinales. La final –de bella factura–
parecía terminada.
Boris Diaw tomaba el relevo anotador en el tercer periodo,
castigando a Kleiza. Francia encontraba múltiples soluciones a esa
mezcla de defensa, obsesión y desacierto que estaba dejando a Parker en
uno de sus peores partidos del campeonato.
Batum, capaz a una horquilla de posiciones que va desde el 1 al 4,
volvía a estar sobre Kalnietis. Francia confirmaba las múltiples
posibilidades que le ofrecía la configuración de su plantilla. Ya le
había ofrecido ciertas ventajas en la remontada frente a España, y
estaba ahogando a una Lituania que vagaba por la pista en el tercer
periodo. Las imágenes del cuarto eran tan indicativas como el airball de
Kalnitis, seguido de un rebote ofensivo de Ajinça y otro de Gelabale,
hasta que Boris Diaw logró colarse hasta el centro del corazón lituano,
desde donde anotar. Francia se iba ya de 20 puntos, con la impresión de
que nada podría suceder para que perdiera esa ventaja.
Francia había tiranizado la final. Hasta el punto de erradicar toda
tensión competitiva. Francia se había cargado la final. Y, con ella,
todos sus complejos. Dos cuartos les habían llevado a la desaparición.
El último cuarto era el momento para que Tony Parker incrementara sus
números y acabase de redondear un campeonato de MVP. Pese a que Francia
seguía con ventaja (72-54), parecía injusto que una estrella del calibre
de Parker, cuyo compromiso con la selección estaba por encima de
cualquier duda. En la mayor fiesta del baloncesto francés, Parker, el
eterno líder, máximo anotador del Eurobasket, no estaba viviendo su
mejor día. No había hecho falta; o ya había sido determinante a su modo.
Terminó arreglando su casillero hasta los 12 puntos. Su palmarés, ya
había engordado al descanso.
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