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viernes, 2 de marzo de 2012

50 años del partido perfecto: el día que Chamberlain anotó 100 puntos... que pudieron ser 140

El 2 de marzo de 1962 la ciudad de Philadelphia amanecía con total normalidad. El frío, propio de la estación invernal, dejaba una instantánea de las calles cubiertas por una fina capa de hielo. Era viernes y mientras las familias se preparaban para comenzar la jornada laboral al ritmo de Bruce Channel y su 'Hey! Baby', planeaban al tiempo su escapada a los cines para ver 'El entierro prematuro' que ocupaba el número 1 en las carteleras.


Esa noche jugaban los Philadelphia Warriors, como se denominaba el equipo en sus inicios en la NBA. Daba igual. Ni la situación del equipo, ya clasificado para los 'playoffs', ni el rival, los New York Knicks, eran reclamo suficiente para un público que prefería ocupar su tiempo en otras actividades. Sin ser conscientes de lo que estaba a punto de suceder, los habitantes de la ciudad del amor fraterno preferían ocupar su tiempo en otras actividades.

Sólo 4.124 valientes , desafiando al frío, cruzaron aquella tarde Chocolate Avenue para acercarse al Hersheypark Arena. Un pabellón de recambio para los Warriors. Gran parte de la prensa ni siquiera envió allí a sus cronistas. Era un partido sin importancia y le pidieron a Harvey Pollack, encargado de tomar nota de las estadísticas de los partidos de los de Philadelphia, que tras finalizar el choque les contase lo que allí hubiera pasado. Un error que nunca se perdonarían, después de perderse una de las mayores gestas del mundo del deporte.

Las viejas tablas del parquet crujían bajo los piés de un gigante que aquella noche adquirió dimensiones mastodónticas. Sobre todo para sus rivales. Wilt Chamberlain, el hombre récord por excelencia de la NBA, llegaba a su pabellón, relajado y tras ganar a sus compañeros a unas partidas de pinball, una sola idéa empezó a cruzar su mente: anotar y mantener sus 50 puntos... ¡de media! de la temporada. Ya había sido capaz de anotar más de 70 puntos en varios partidos de su carrera y Elgin Baylor había presagiado que ese hombre sería capaz de llegar a los 100. Pero nadie pensaba que iba a suceder aquella noche.

Los Warriors comenzaron el encuentro como en ellos era habitual, con Chamberlain anotando 13 de los 19 primeros puntos de su equipo. El gigante de Philadelphia se convirtió pronto en una fuerza de la naturaleza imposible de frenar para los Knicks. El técnico neoyorquino había preparado un plan especial para frenar a Chamberlain y puso a un auténtico perro de presa como Darral Imhoff ante la lesión de su pívot titular.
Chamberlain anotó los primeros cinco primeros tiros que intentó. Algo especial estaba a punto de suceder.

 El pívot finalizó el primer cuarto con 23 puntos en su haber y habiendo anotado los nueve tiros libres que había intentado. Sin embargo, Wilt caminaba hacia el banquillo enfadado. Había olido la sangre y quería más.
El segundo cuarto empezó de la misma manera. Con Chamberlain imparable y con los Knicks desesperados por parar la que les estaba cayendo encima. El técnico neoyorquino cambió la forma de defender al pívot rival y dio libertad a sus hombres para que utilizaran todo tipo de artimañas para sacar del partido a Chamberlain. El objetivo era llevar al gigante a la línea de tiros libres. Craso error. Chamberlain había entrenado esa faceta del juego hasta convertirla en una de sus armas más letales.

"Pasádsela a Wilt"
Llegó el descanso. Chamberlain enfilaba el camino de los vestuarios con total normalidad a pesar de los 41 puntos que ya llevaba en el zurrón. "Solía llegar al vestuario con 30 o 35 puntos, así que 41 tampoco era gran cosa", apuntó la leyenda más tarde.

Sin embargo, sus propios compañeros intuían que aquello era el comienzo de una de las páginas más épicas del deporte. Guy Rodgers, jugador de los Warriors, entró en el vestuario y gritó : "Pasádsela a Wilt, a ver cuántos puntos puede meter". El vestuario entero se giró hacia Chamberlain y después miró al entrenador. Ambos asintieron y dieron su conformidad a la nueva 'táctica'.

Este plan resultó imparable para los Knicks. Apenas había pasado un minuto cuando Chamberlain ya había superado los 50 puntos. Dave Zinkoff, el 'speaker' del pabellón comenzó a animar a una grada aletargada y acostumbrada a las exhibiciones de su particular Goliat. Ni siquiera las triples y cuadruples defensas planteadas por los Knicks eran capaces de frenar a Chamberlain. LLegaba el final del tercer cuarto y ya sumaba 69 puntos.

Estaba a sólo nueve puntos de superar su propio récord (78). Sólo habían pasado dos minutos y nueve segundos y la antigua plusmarca ya era historia gracias a un tiro libre. En ese momento, Zinkoff empezó a gritar la nueva marca que Chamberlain iba consiguiendo con cada canasta que anotaba.
Los Knicks cambiaron la táctica viendo que el único objetivo de los Warriors era hacerle llegar el balón a Wilt. El equipo de la Gran Manzana comenzó a frenar al resto de compañeros de Chamberlain y en cuanto tenían la mínima oportunidad cometían falta sobre ellos. Todo con tal de evitar que el balón llegará a Chamberlain. Algo que, aquella noche, era inevitable.


"Podía haber llegado a los 140 puntos"
Chamberlain, tras tomarse un pequeño respiro, volvió a coger las riendas anotadoras de su equipo. Faltaban dos minutos y medio y sumaba 92 puntos. Quedaban ocho. En la siguiente posesión, Chamberlain metió un tiro a tablero e inmediatamente después una bandeja. Quedaba poco más de minuto y medio por jugarse y Chamberlain dejaba el récord en 98 cuando cazó un 'alley oop' lanzado por York Laerse. El delirio se apoderó de todos. Incluso de Chamberlain.

La voracidad del pívot le hizo obcecarse con la canasta sin reparar que tenía tiempo. Chamberlain falló sus tres siguientes lanzamientos y parecía que la posibilidad de la centena se esfumaba. Nada más lejos de la realidad. A falta de 46 segundos Wilt se elevó cerca del aro y tras lanzar la bola contra el tablero, la esfera naranja se introdujo en la red. Lo había logrado.

Chamberlain acababa de anotar su punto número 100. Una cifra sin parangón que provocó la locura de los pocos aficionados allí presentes. En cuanto el balón traspasó el aro se produjo una invasión de campo por parte del público. Todos querían tocar al gigante, comprobar que aquel superhéroe era de carne y hueso. El partido tuvo que pararse durante casi 10 minutos hasta que la cancha fue desalojada para disputar los 46 que restaban por disputarse.

Chamberlain no volvió a la cancha. La gesta bien merecía un descanso. Acababa de romper todos los registros. Había anotado 100 puntos. El partido perfecto. Lo había logrado tras encestar 36 de 63 tiros de campo y un total de 28 de 32 tiros libres.

Una exhibición sin parangón a la que el propio Chamberlain no le dio mérito. Porque era insaciable. Siempre quería más. De hecho, no le dio importancia porque estaba seguro de que podía haber llegado hasta... ¡los 140 puntos! Y así lo afirmó sin rubor tras el choque. "Si me hubiera dedicado sólo al baloncesto y no hubiera salido la noche anterior, habría llegado a los 140. No fue tan asombroso", concluyó un gigante que aquella noche consiguió una gesta que, hasta ahora, nadie ha podido igualar.

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